Igualmente de las primordiales innovaciones de la zona euro, la administración de Emmanuel Macron ha especificado la bandera del convocado impuesto de Google para impedir que los grandes tecnológicos se cobijen en autoridades más ventajosas públicamente para chasquear a las haciendas gubernativas. Su proposición, sin embargo, ha hallado aguante por parte de un conjunto de países constituido por Suecia, Irlanda, Dinamarca y Finlandia. El fin de semana pasado Francia y Alemania pactó una nueva proposición para enlazar un acuerdo en el Ecofin al presente, que reside en gravar solo la acción de publicidad online a partir del año 2021 si no existe un acuerdo completo de antemano.
La proposición preliminar de Austria, que invade la presidencia giratoria de la UE, se asentó en la expresada por la Comisión Europea. Esto instituyó una tasa del 4% en el registro de plataformas analógicas con un registro de más de 700 millones de euros en todo el universo y 60 millones en Europa. Este arbitrio conmovió a las compañías que se consagraban a la publicidad, los mediadores y las sociedades que se consagraban a la venta de datos.
La decisión nació inducida por los cinco grandiosos países Alemania, Reino Unido, Francia, España e Italia. Sin embargo Alemania inició a dudar. Su secretario de Finanzas, Olaf Scholz, imaginó que la tasa estaba demostrada a nivel mundial y oscilaba en el beneficio de aplicarla a las compañías de datos. Francia creó dos ofertas, la primera, para colocar una estipulación de extinción, estipulación de extinción para que el arbitrio europeo se dispersara cuando había una intención baja la OCDE. Al no persuadir a Alemania, expresó otra, que residía en que el impuesto ingresaría en vigencia en el año 2021 si las naciones de la OCDE no hubieran alcanzado ningún acuerdo.
Alemania admitió la propuesta mezclando. Igualmente convenció a las naciones escépticas con el cumplido como Bélgica o Luxemburgo. Pero Dinamarca, Finlandia, Irlanda y Suecia, impugnaron la tasa con dos demostraciones, no poseía sentido si no se patrocinaba en todo el mundo y, al imponer los beneficios, coexistía el riesgo de penalizar a las compañías en pérdidas, lo que lograría suponer una Galga para la innovación.